Cada persona tiene sus propios trucos para sumar, restar, multiplicar e, incluso, dividir (esto último para los más atrevidos que dividan sin calculadora).
Sin embargo, cuando el temario llega a las operaciones sencillas con fracciones, nuestro sistema educativo revienta al alumno a calcular el mínimo común múltiplo (m.c.m.) de los denominadores, e incluso a escribirlo tantas veces como fracciones haya, sin entender el porqué.
Cuando llegan a mis clases, a partir de 3º de la ESO, pido-exijo-reclamo-obligo a que abandonen la costumbre de poner tantas veces el m.c.m. como número de fracciones haya; a partir de ese momento quiero ver (y que vean) un único denominador, y con ese reclamo les doy un motivo. Acceden -algunos-, pero se quejan mucho.
De repente, algún colega les da un truco ¡Oh, Dios mío, no: EL TRUCO! Y mi alumno pasa de decirme que no puede vivir sin escribir todos los denominadores a no escribir ninguno.
– Me han dicho que puedo no escribirlos porque hay “un truco“.
Entonces yo vuelvo a mi discurso:
– Por favor, hazme caso y escribe un único denominador si se trata de operaciones con fracciones, o un único denominador en cada miembro si se trata de ecuaciones -y me pongo muy seria.
Mi alumno pasa de mí, o disimula para usar el truco sin que le vea. Yo me cosco de todo y callo. Espero pacientemente a recuperar esta conversación en 1º de Bachillerato.

Dos años después…
Ahí estoy yo dos años después, esperando esta conversación. Un bonito día del primer trimestre, mi alumno (el que usa el truco) me dice desconsolado que vive perdido, que no sabe cuándo se tachan denominadores y cuándo no.
Y es que le negaron el maravilloso camino del aprendizaje y de adquirir sus propios trucos cuando estuviera preparado para hacer ese “click”.
Cada persona tiene sus tiempos, y aunque nos desespere, debe llegar a lo que consideramos evidente en el momento que su propio recorrido lo precise, en su momento. Así que, si alguna vez sientes el impulso de prestarle tu truco a un niño, piénsatelo dos veces, por favor.
No desesperes. Déjale caminar su camino y tropezar en sus piedras, porque si se las quitas, no sabrá gestionar cómo hacerlo cuando se encuentre con un pedrusco (es decir, operaciones más complejas que demandan un conocimiento completo).
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