Mucho se habla del niño prodigio que fue Gauss, su talento y precocidad en capacidades lectora, de cálculo, Geometría e investigación; pero poco se sabe de uno de sus grandes dotes: la admiración hacia iguales, independientemente de su género.
Cuando Gauss supo de la verdadera identidad de la persona con la que se carteaba para actualizar investigaciones matemáticas, lejos de rechazar a una compañera (lo que hubiera sido de esperar en 1806) no dudó en admirar un trabajo bien hecho con estas palabras:
“[…] Pero cuando una persona del sexo que, según nuestras costumbres y prejuicios, debe encontrar muchísimas más dificultades que los hombres para familiarizarse con estos espinosos estudios, y sin embargo tiene éxito al sortear los obstáculos y penetrar en las zonas más oscuras de ellos, entonces sin duda esa persona debe tener el valor más noble, el talento más extraordinario y un genio superior.
De verdad que nada podría probarme de forma tan meridiana y tan poco equívoca que los atractivos de esta ciencia que ha enriquecido mi vida con tantas alegrías no son quimeras, dada la predilección con la que tú has hecho honor a ella”.
Johann Carl Friedrich Gauss
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